FAY
“FAY”
Yo, que he vivido en la mar de pequeño, que he visto los marineros amarrados a sus leyendas y a sus cantares junto a los mástiles de una mar cosmopolita; yo, que he disfrutado del lucero de la tarde junto a la rambla barcelonesa abriendo la ventana de los sueños y perdiendo la inocencia en una partida de naipes junto al Raval; yo, que he sido cómplice del mar azul, del mar prisionero y del mar distante que un día quise comprender y ya era tarde, nunca pude imaginar la amplitud del mar y el azul del cielo en los ojos negros de un perro labrador, que al igual que platero, es peludo y suave, pero tan negro por fuera que se diría que es petróleo procedente de los mares de Escocia.
Fay, es un perro guía; bueno, en realidad, Pablo Neruda, diría de Fay que tiene cuerpo de mujer, negras colinas y muslos negros; diría que Fay se parece al mundo en actitud de entrega y que hace saltar su cuerpo labriego sobre los ojos de su amada Belinda. El sol, todas las mañanas, desprende sus racimos sobre sus patas y desde el fondo más profundo de su alma, alimenta el sentido de la vida y todo el exterior, oculto en las retinas de Belinda, se transforma y se convierte en un profundo mar de luz, de vida y de emociones; todo ello crea un maravilloso círculo dorado donde fecundan la vida, los colores y el más sorprendente ejemplo de complicidad y amor entre Fay y Belinda.
Una mañana cualquiera, una tarde cualquiera, en cualquier momento o cualquier día, sin estar preparados, la vida se llena de oscuridad y debemos sobrevivir, agarrarnos a la vida y hacer de ese mundo recién inaugurado, de palos de ciego, la única respuesta eficaz, dar palos de vidente, despedir el pesimismo y encontrar motivos para las celebraciones.
La vida, como diría Benedetti, establece las normas; nadie, salvo la vida, conoce nuestro destino; y la vida, muchas veces, es posible que nos haga confundir odios y afectos. No es posible levantarte una mañana y comprender, que el mundo, te ha condenado; una agresión así, a toda persona le duele con profundidad. Cuesta mucho, muchísimo, cerrar heridas y dejar de remar contracorriente; la vida, solo la vida, establece las normas; y gracias a la vida, gracias a sus normas, Fay y Belinda comprendieron que nadie quiere estar solo, que para no estar solos hay que amar, entregarse, dar lo mejor de uno mismo. Para sentir la vida, casi siempre, hay que olvidarse que existe la muerte, que no podemos estar muertos en vida, que sembrar muros es no cosechar y que es mucho mejor construir puentes de vida.
Esos ojitos negros de Fay son acordes de amor hacia Belinda; si existiese un traductor de perros guía en google, literalmente saldría la palabra amor en mil idiomas; te quiero porque tus manos trabajan por la justicia, porque somos mucho más que dos, porque somos cómplices en la calle y en la vida; trabajamos codo a codo y tu boca y tus ojos, son tuyos y son míos; te quiero porque somos pareja y porque sabemos que no estamos solos; te quiero en mi paraíso y te quiero porque reivindico el derecho a ser felices aunque no tengamos permiso.
Fay y Belinda, son parte de la gran familia de Aspadec, nos enseñan que no hay que rendirse aunque el cielo queme; nos enseñan que la vida es continuar el viaje, perseguir sueños, correr los escombros y destapar el cielo. Gracias Fay por enseñarnos a celebrar la vida, a retomar los cielos, porque cada día, todos los días, hay fuego en el alma y vida en los sueños. Gracias por enseñarnos que no estamos solos, por aceptar el reto, desplegar nuestras alas y recuperar sonrisas en un té quiero.